Lírica II.

EL HOMBRE Y EL RÍO
El agua pasa musicalizando arpegios
en su andar entre piedras ariscas
domadas por la mano del tiempo;
sonidos que acarician aquel claro espejo
donde asombrado se mira el azul cielo.
A la orilla del cambiante río,
el hombre, agobiado de trabajos,
descansa sobre tronco añejo
su angustia de andar estrellado
rejuntando hilachas de un esquivo sueño.
Mas el río, en su fluir sin descanso,
al resguardo de sauces que lo besan,
trae navegando por el cauce de la vida
fresca melodía que llega susurrando
verdes esperanzas para un tiempo nuevo.
La melodía,
persuasivamente calma,
al caminante le penetra los sentidos,
al corazón le habla,
su espíritu levanta,
la alforja de sus penas aliviana
con un nuevo sueño lo inflama
y, con brío renovado,
nuevamente al sendero lo lanza.
Cantando vive el río,
el hombre camina soñando,
callado espera el camino.
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